Antología Invisible de Rafael Courtoisie. Todas las Voces Todas. Sandra Escames.
Antología Invisible,
de Rafael Courtoisie (Premio Gil de Biedma, España):
TODAS LAS VOCES
TODAS
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Antología Invisible, de Rafael Courtoisie. Premio Gil de Biedma. España |
“Los escritores son pescadores frustrados”, dice el
autor de la Antología invisible que
dice Carver que dice el hermano mayor mientras pesca con su hermano menor y su
padre. “O quizás al revés”, dice Courtoisie que dice Carver que responde el
hermano menor. “Yo soy la cuarta generación en implantar el secreto”, le hace
decir Raymond Carver al hablante en la “Fisher’s short story” (un poema
parecido a un cuento), y sospechamos que detrás de todos esos decires y de
todas estas voces de pescadores de truchas y palabras, está el propio Rafael
Courtoise (Montevideo, 1958), cargando felizmente con una tradición de poetas,
los amados por el “antólogo” de esta compilación caprichosa de textos (¿no lo
es cualquier antología?), para agasajar a la palabra poética. Acto de selección,
asimilado y reflexionado, que subyace detrás de tantos nombres, reales y
falsos, seguidos de fechas creíbles o inverosímiles, por el cual se reúnen
poemas, algunos con extensas notas explicativas sobre los autores o los textos
presentados, llegando a ser pequeños y exquisitos relatos cargados de poiesis, de humor o de ironía.
Será el poeta, repuesto de su frustración, quien
deba pescar la palabra justa, no sin ahorrarle al lector impaciente el descuido
de enredarse en el anzuelo de los datos absurdos o casi probables (“Mi padre
tenía un método especial para ensartar la carnada en el anzuelo”). ¿Qué
importa? Aquí el rol de escritor y lector se confunden: es el autor quien lee y
escribe a/de/sobre otros poetas que existen o no existen, existieron,
¿existirán? Imitándolos, tergiversándolos, parodiándolos, homenajeándolos.
Rafael Courtoisie, a mediados del año pasado (2018),
ha sido distinguido en España con el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil
de Biedma, obteniendo su Antología
invisible el accésit. El autor ha recibido varios premios importantes desde
el comienzo de su carrera literaria, siendo conocido y reconocido inmediatamente
dentro de su país, y luego, fuera de él, entre ellos: el Premio Fraternidad
B’Nai B’rith (Jerusalén), el Premio Morosoli y el Bartolomé Hidalgo (Uruguay), el Premio
Loewe de poesía (España), por el cual la Editorial Visor publicó su obra en su
colección Visor Poesía, siendo el jurado fue presidido por Octavio Paz), el
Premio Plural de Poesía de México, (jurado presidido por Juan Gelman), el
Premio de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, el Premio
Internacional Jaime Sabines (México), el Premio Blas de Otero (España), el
Premio de Poesía José Lezama Lima (Cuba) y el Premio Internacional Casa de
América (España).
Además de su extensa producción narrativa y poética,
entre la que encontramos poemarios, novelas y colecciones de cuentos, hay una
zona que conviene recordar, y es la de los numerosos trabajos de investigación,
en los que se observa una constante revisión de los debates y problemas
teóricos de la literatura y de la cultura. Es que su proyecto creador y su
tarea de crítico y docente, han corrido paralelos desde los inicios,
enriqueciendo y retroalimentando ambas facetas de su creación intelectual.
Destacamos dos libros porque es oportuno señalarlos:
Antología Plural de la Poesía Uruguaya
del siglo XX (Seix Barral) y Antología
de la poesía uruguaya del siglo XX (Visor). Es decir que este escritor ya
ha hecho su práctica en la antología, no como un hecho de creación sino más
bien de producción ideológica, en tanto existe en todo el que aborda esta tarea
de selección, la expectativa de influir en la configuración del campo poético
de una determinada historia literaria. En la presente Antología invisible, sin embargo, más internacional y menos seria,
el crítico y el poeta se abrazan, y entonces Courtoisie debe correr el riesgo
de manejar varios estilos (¿despojándose del propio?), paseándose por épocas,
lugares y cosmovisiones muy heterogéneas, para apropiarse de ellas,
probablemente con un único criterio unificador, por lo menos con relación a los
escritores reales: el de ser admirados por él. Porque aquí están los notables
escritores reales, los imaginarios, los apócrifos, presentados sin angustia de
las influencias, sino más bien con alegría de las confluencias y con el goce
del juego.
En su etimología, la palabra “antología” refiere a
las “flores escogidas”. Courtoisie finge elegir textos ya hechos, y hace
invisible lo visible, como una aspiración a lo esencial (en su sentido
literal), como lo que hay que buscar o reconocer: es la mano de Horacio
(Quiroga) para Alfonsina (Storni), “es ver el silencio con los ojos cerrados”.
Lo invisible como lo interminable, o las varias capas del cuerpo de la cebolla
que hace un tiempo fuera la poesía para el poeta (“La cebolla” en Todo es poco, 2004).
Ninguno de nosotros vivirá en
el año 3016, pero se descubrirá un fragmento de un manuscrito de Tzvetan
Todorov, donde el eximio lingüista ya había asegurado que “existe si se puede
decir” y que “la poesía crea lo que dice”. Es que, parafraseando a Rafael
Courtoisie, quien glosa a su vez a un posible Wittgenstein, lo poco que somos
cada uno de nosotros no cabe en las palabras. Entre líneas, sobre las líneas, o
debajo de ellas, podríamos concluir en que solo la poesía cabe. Y a veces, se
desborda.
Sandra Escames
Profesora de Literatura, egresada del Ipa,
CeRP del Sur (Literatura Universal y Corrientes Literarias).
Magister en Literatura Latinoamericana (UdelaR).
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Sandra Escames |
XLV
INÉDITO DE RAYMOND
CARVER
FISHER’S SHORT
STORY
Mi padre tenía un método especial
para ensartar la carnada en el anzuelo
cuando íbamos a pescar truchas
era un método que le había enseñado su padre
y a mi abuelo se lo había enseñado su padre
de modo que yo soy la cuarta generación
en implementar el secreto.
Hoy fui con mis hijos río arriba, remontamos
dos kilómetros más allá de la cascada
armé las cañas de fibra de vidrio y los reels
especiales de línea de nylon transparente, capaces
de resistir noventa libras, mucho más
de lo que pesa una trucha. “¿Vas a cazar
tiburones?”, se burló mi hijo mayor.
“¿Te crees Hemingway pescando en el Golfo,
papá?”, rió el primogénito.
“No hace falta tanto”, agregó mi otro
hijo: “las truchas son cada vez más pequeñas,
debido a la contaminación”, afirmó.
“Sí, el glifosato provoca cáncer
en los peces”, se
burló el mayor.
“Vamos a cenar truchas muy flacas,
envenenadas”, dijo. Y encendió un pitillo
de marihuana. Convidó a su hermano
menor y me miró con sorna
mientras yo colocaba la lombriz viva
en el anzuelo, tal como me enseñó
mi padre. “Eres un sádico, Daddy”,
afirmó mi hijo pequeño. “Qué te hizo
ese pobre gusano? ¡Eres cruel,
Dad! ¿No has oído hablar
del veganismo?”
La lombriz se movía, parecía
un signo vivo de interrogación
en la tarde de Iowa.
“Los escritores son pescadores
frustrados”, dijo el mayor. “O quizás
al revés”, añadió el otro.
Los dos reían, reían
a carcajadas por la inhalación
de cannabis. Parecían disfrutar mucho
del momento. Mucho.
Creo que a mis hijos no les gusta pescar.
Ni leer. Les gusta
ver cómo el humo sube
hasta el cerebro.
El padre de mi abuelo,
mi abuelo y mi padre
eran buenos pescadores
de truchas.
Pero las truchas
cada vez
son más pequeñas
y escasas.
Creo que la tradición
morirá
conmigo.
Raymond Carver
Antología Invisible
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