El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen de Rafael Courtoisie
"El libro transparente de las cosas que existen y
de las
que
no existen"
de Rafael Courtoisie
Reseña del
poemario. Los Libros del Mississippi, 2020 por JOSELYN MICHELLE ALMEIDA
Percy Shelley lanzó su tratado Defensa
de la poesía (1821), como
protesta contra un capitalismo que se nutría de la explotación humana y natural
e iniciaba la época de crisis planetaria actual del Antropoceno. En su Defensa, Shelley
reivindica la poesía como tarea urgente e imprescindible para preservar lo mejor
de humanidad, y declara que el lenguaje poético “es vitalmente metafórico; o
sea, remarca las relaciones antes no aprehendidas entre las cosas y perpetúa su
aprehensión, hasta que las palabras que las representan se vuelvan signos de
porciones o clases de pensamientos.” La poesía, para Shelley, es el fundamento
ético y hermenéutico de la experiencia humana— tanto el bienestar del ser en la
plenitud de su conciencia y autoconocimiento, como el encontrarse en el mundo
con otros en relaciones que expresen el amor en todas sus facetas, desde el
eros hasta el ágape.
El libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen. Rafael Courtoisie |
Casi dos siglos después, en un momento histórico tan crítico
como que el que vivieron poetas y escritores como Shelley y su insigne esposa
Mary Shelley, creadora de Frankenstein, el poeta,
narrador, ensayista y profesor Rafael Courtoisie (Uruguay 1958) vuelve a
reivindicar lo poético, lo metafórico y lo humano en su obra más reciente, El
libro transparente de las cosas que existen y de las que no existen de
la editorial Libros del Mississippi. Courtoisie lo presentó en La Casa de
América, Madrid, el 9 de marzo, pocos días antes de que el Covid-19 apagara la
ciudad y frenara el mundo; también intervinieron el poeta y catedrático Luis de
Cuenca y el director de la editorial, Antonio Benicio Huerga.
Esta publicación inicia una nueva década en la trayectoria
ilustre de Courtoisie, quien ha recibido varios premios internacionales
incluyendo el Premio de la Fundación Loewe de Poesía (España, Editorial Visor,
jurado presidido por Octavio Paz), el Premio Plural (México, presidido por Juan
Gelman), el Premio de Poesía del Ministerio de Cultura del Uruguay, el Premio
Internacional Javier Sabines (México), y el Premio Blas de Otero (España).
Además de una extensa bibliografía poética—su obra se ha traducido a ocho
lenguajes--Courtoisie ha publicado novelas, varias antologías poéticas, libros
de ensayos, y traducciones de las poetas estadounidenses Emily Dickinson y
Sivia Plath y del narrador Raymond Carver, también norteamericano.
El libro
transparente se divide en dos mitades, la titular “El libro transparente de
las cosas que existen y de las que no existen,” y los “Aforismos del
desterrado,” las cuales están vinculadas por una especie puente ontológico—el
ser y la negación de éste por un mundo en el cual “no se puede vivir / las
frutas cuestan / un ojo de la cara.” Este agón existencial se suma al proyecto
shelleyano de la ética y la hermenéutica, a lo largo de un recorrido en el cual
el lector aprecia cómo Courtoisie desvela cuidadosamente mediante el lenguaje y
la metáfora, la textura interconectada del ser. Para crear una poética
multidimensional y dialéctica, el poeta recurre a formas experimentales dentro
de la poesía (el aforismo, la prosa poética, el microrrelato) además del verso
libre, y también entrelaza mitos, literaturas, lenguas (hay un poema en
inglés), y experiencias en lugares distintos.
En primer lugar aparece el amor, pero ya no un amor clásico,
sino uno que contiene sus propios pretéritos, sus pérdidas, y tragedias
implicadas en la organicidad de la palabra, como advierte “La definición de un
ángel al que le arrancaron el ala izquierda”:
Todas las
cosas
tienen
nombre.
Las que no
existen
callan.
En nombre del
amor
se mata.
En nombre del
amor
es poco y
nada.
Lo demás
existe
en
abundancia. Todo
cuanto se
nombra
sangra.
Cada palabra
es un mundo.
¿Tanto?
Si, señor,
y mucho más:
es nada.
El hincapié que hace el poeta sobre el nombre de todas las cosas
a través de la paradoja de “Las que no existen / callan,” vincula el lenguaje a
la de la sacralidad del nombre, como escribe el filósofo y crítico francés
Jacques Derridá en La oreja del otro: traducción y autobiografía (1986)
a través del ejemplo de la torre de Babel. Según Derridá, la sacralidad del
nombre representa “el paradigma de la situación en la cual hay múltiples
lenguas y en el cual la traducción es simultáneamente necesaria e imposible”
(p. 103). Este doble impulso del lenguaje, a la vez contradictorio, no sólo
condiciona la palabra, sino también el encuentro del poeta con la naturaleza,
como escribe en “XIII. Duero”: “En la carne de este río no hay agua, hay
palabras. / Las palabras pertenecen a una lengua que entiendo / y no entiendo,”
refiriéndose al español.
La contradicción forma un punto cero de la “nada” del lenguaje
que, lejos de ser estéril, engendra la exuberancia sensorial y erótica de
poemas como “Arte Rupestre,” “VIII. Cinnamon, [Canela]” y “IX. Apple Pie
Recipe”[Receta de tarta de manzana]. Aunque críticos han observado cómo la obra
de Courtoisie insiste en la fusión del cuerpo con la palabra, cabe apuntar que
el cuerpo del encierra jouissance tanto en
la relación amatoria como en el cuidado desinteresado hacia el otro. En “Apple
Pie Recipe,” que el poeta dedica a la poeta decimonónica Emily Dickinson, quien
como es conocido, se encerró en su habitación en Amherst, Massachusetts apenas
saliendo al jardín de su casa, escribe que las manzanas son
del paraíso,
entre los brotes de su estirpe
anduvo la
serpiente bíblica, la que tentó a Eva
y al idiota
de Adán […]
Se amasa, ya
se sabe
se rellena de
medialunas cortadas
vaginales de
la pulpa, se rocía
de almíbar, y
puesto al horno
no se cuenta
hasta diez ni hasta veinte
ni hasta
treinta: se reza
lentamente a
San Patricio
una oración
antigua
y secreta:
amanece
pero no lo
muerdas
todavía:
espera a que se entibie.
Ten
paciencia. Canta
con la boca
cerrada
antes de
comerte el sol.
El contraste entre la severidad de la vida de Dickinson, quien
murió virgen, y el linaje sexual de la manzana ejerce una fuerza más allá de lo
bíblico en el poema, ubicando la maravilla de “comerse el sol” en la
cotidianidad del árbol del jardín de la casa —había manzanos en la propiedad de
la familia Dickinson en Amherst—y después en la cocina donde se prepara. Como
símbolo de la identidad norteamericana—se dice “as American as Apple Pie” [tan
americano como la tarta de manzana]—el poeta hace contrapunto con el
catolicismo de la alegría de la tarta que conspira con “San Patricio” para
realizar un placer que llega hasta la más casta de las reclusas, y el
puritanismo de Massachusetts, el cual resultó en los famosos Salem
Witch Trials. Igualmente, “V. La invención de la bondad,” comienza
como una receta de pan que el poeta cuenta al lector, pero a través de la cual
humaniza este símbolo cargado de religiosidad y ágape invocando a la mujer de
Lot cuando menciona la sal. “Un crisantemo erótico. / Todo siempre lleva una
pizca de sexo aunque no lo queramos.”
Si la primera mitad del libro se caracteriza por revelar a
través de metáforas elementales (como titularía Pablo Neruda sus odas), y hasta
con cierto humor, las “relaciones no aprehendidas” entre las cosas que existen
y las que no, y la palabra y lo indecible, la segunda mitad, “Aforismos del
desterrado,” lleva al lector a un territorio Heraclitiano, como apuntó Luis de
Cuenca en su magistral presentación. La incertidumbre de la vida del desterrado
se suma a la pérdida de referentes afectivos e identitarios. “Sin amor siempre
se está lejos, uno es pariah en todas partes,” escribe. Invocando mitos
religiosos y literarios como el judío errante, o el viejo marinero de
Coleridge, el desterrado narra una existencia de anhelo sin paz, “XX. Salgo de
mí para llegar a donde soy. / Salgo de mí porque no hay lugar para mí. / Salgo
de mí para llegar donde preciso ayuda. / Donde no estoy, hago falta.”
Este vagar por el mundo, sin embargo, revela otro aspecto de la
palabra. “XXXVII. No tengo país, mi sitio son las palabras que digo,” declara,
recordando a Juan Gelman. Dentro de la desgarradora experiencia de pérdida que
constituye el destierro, la voz narrativa indica con un tono de tranquilidad
deslumbrante que transmite una conexión íntima con la vida, “Cada mañana sé que
voy a una fiesta,” y enumera los elementos de su día:
Luego toco las cosas, su brillo, la piel de las sábanas, el café
que parece una noche encerrada en un frasco para humedecerse con el agua
hirviendo, crecer y despertarme entre los pétalos del día, el misterio del pan,
el cuerpo de un dios en la mesa, el sexo dulce de las frutas (XXXIX).
“El brillo” de las cosas enumeradas establece una relación con
la transparencia poética de éstas, y una dialéctica de significados abundantes
entre las dos mitades del poemario.
En conclusión, El libro transparente de las cosas que
existen y las que no existen de Rafael
Courtoisie es para disfrutar como la canela de su
“Cinnamon”: “you can feel it on the tip / of the tongue like a dark / glow”
[puedes sentirla en la punta / de la lengua como una negra / luz], y con la
certeza de la gracia de su sabor.
Fuente: Todo literatura. 31 de mayo, 2020.
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