El deseo entra en materia, Rafael Courtoisie.

El Deseo entra en la Materia
de
Rafael Courtoisie

1


En la erótica del espacio el espejo es la piel del “otro lado”, del lado imposible de las cosas. Las palabras son apenas un gesto de las cosas, pero el espejo ignora ese gesto y desnuda la mirada de toda adyacencia, de todo estar vestigial para establecer un ser absoluto en la razón del deseo, en su carne.

2

La música es un sonido quieto donde madura la fruta del sexo.
El silencio es el arrepentimiento de todo lo pronunciado, la reivindicación de cuanto se profanó al hablar: solo la piel muda y toda, sin la mentira de la vestimenta, dice aquello que en verdad se sabe.

El resto calla.

La hierba jugosa, ahíta del abajo, se anuncia en la caricia de los ojos.

3


Como es el animal del pensamiento, el pensamiento solo, erecto, la materialidad del deseo y en la luz del deseo y en las piedras dolidas del deseo y en la veta mineral que abierta en el deseo de espaldas fulge en la breve inmensidad del acto.

Las ganas de gritar, el milagro de tocar su estrella.

4

Acariciar es escribir en el cuerpo.
Acariciar es cantar, hacer una pregunta
y escuchar con la mano
la respuesta de la piel.

5

El cuerpo es un arrepentimiento de la materia, la materia grita en el cuerpo una sombra viva. La vestimenta oculta la inmensa pregunta de la desnudez.
Al desnudarse amanece otra noche, una noche muelle brilla sobre la piel ubérrima de ganas.
En la superficie corporal todos los signos son humanos: nubes de significado, constelaciones gramáticas, glándulas apócrinas de leche existencial, jugo de piedras brunas, ciruelas prietas del pecho en las que la boca pronuncia, alternativa, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, una palabra húmeda en la punta derecha y en la punta izquierda de la verdad.

6

Una excedencia de sentido se establece en el acto, desborda lo mirado, funda, más allá de la palabra, un espacio sin lugar. El relámpago de lo no dicho irrumpe en la desnudez, enceguece.
Ya no se puede ver. Solo tocar.
Las piedras no tienen peso.
El río de Heráclito lleva agua para su molino donde se muele el trigo para hacer la harina con que se amasa la carne del Espíritu Santo, el pan que se va a morder, a comulgar con la boca.

7

El deseo es la presencia de lo que no está, la falta de algo que de tanto anhelarse y persistir en su ausencia comienza a fulgir y provoca la fijeza, el ser de la alegría.
La fruta, abierta, aguarda lo que no está.

El deseo va a entrar en materia.

8

El goce a veces anochece, está cansado.
Hay que tener paciencia.
Es necesario esperar a que vuelva como el sentido de una palabra en una lengua muerta.
En la penumbra el significado resucita.
La lengua vence.
El sol despierta en la boca, se despereza.

9

Pastora fiera los rebaños de la Tierra.

Húmedo, tibio, tu corderito de vellón negro
se come entero al lobo
sin un grito.

10

La transgresión de un cuerpo que hasta ahora se ha visto desnudo consiste de pronto en cubrirse, nublarse, exhibirse detrás del artificio pírrico de una tela calada, de un velo obsceno que oculta para mostrar mejor, para anunciar la boca entreabierta de la entrepierna.
Una falsa piel se dispone sobre la humana para crear la ilusión del infinito, el telón de un escenario, una lluvia demorada, pánica, pletórica del acervo efluvio del deseo.

11

El logos erótico se desarrolla en el cuerpo, pero también en un más allá donde la materialidad del cuerpo colma su límite y lo rebasa. En ese estado no hay espacio sino tiempo, el tiempo separa la realidad del deseo, abre la herida tibia entre las piernas para que sea sanada por un instante, el instante que dura la eternidad del acto.
El tajo se completa entonces para siempre, pero para siempre dura poco, la longitud entera de un momento, de algunos mementos en vilo, hasta que el logos vuelve a ceder y regresa lo inefable.
La herida se reabre, vuelve a desear: los labios pronuncian jugosos el nombre mudo de su objeto, lo llaman, lo convidan a resucitar.

12

La vestimenta y la desnudez entablan una dialéctica violenta en el espacio y el tiempo. El significante desnudo va más allá del significado, se adelanta, sugiere un estar sin ser, un mero subsistir en la superficie, un objeto compuesto solamente de sentido.
El deseo sin sustancia es más hondo que la apariencia: toma la forma de la palabra que lo contiene.

13

El cuerpo es un simulacro de algo que sucede más abajo sin razón ni sucesos, en la raíz donde comienza el tiempo.

La carne viva abierta de la oscuridad sempiterna.
La piedra de mujer trema en el pubis como una estrella enterrada.

14

Una palabra desnuda acaricia el silencio.
El silencio es la piel de las palabras.
A veces mejor no hablar.

15

Jugo de la oscuridad, agua de la noche abajo
Para la sed que canta en la boca: agua.
Hay que callarse para decir.

Rafael Courtoisie

(Especial para la revista Altazor)


Fuente: Altazor. Revista electrónica de literatura. época, Año 1. Agosto, 2019. ISSN 2452-5332.



Rafael Courtoisie
Rafael Courtoisie


Comentarios

Entradas populares de este blog

El humor como recurso poético en Vallejo. Rafael Courtoisie.

Vida de Perro. Rafael Courtoisie.

Diario de un Clavo. Rafael Courtoisie.